EJERCICIO LITERARIO
TEXTO FOTOGRÁFICO
La cocina es amplia y luminosa. En la pared de la izquierda se alinean la heladera, cocina, freezer, micro onda, intercalados en la bajo mesada de puertitas de madera.
En la pared de enfrente, continúa la bajo mesada con la pileta, debajo de la ancha ventana que da al patio.
En el centro, una mesa de madera maciza, rodeada de sillas y taburetes muestra una carpeta tejida y un pequeño florero de cristal con un ramo de lilas.
En su extremo, sentado en uno de los taburetes, con los brazos apoyados sobre la mesa, sostiene entre sus manos una taza de café. A su lado se enfrían dos tostadas.
Está descalzo, con el pijama arrugado, los cabellos de la nuca aplastados por el efecto de la almohada y la mirada fija en el patio que estalla de verdor y flores multicolores.
TEXTO CINEMATROGRÁFICO
Entró en la cocina amplia y luminosa, descalzo, sin percibir el frío de las baldosas, con el pijama arrugado y los cabellos de la nuca aplastados por efecto de las largas horas que estuvo apoyada en la almohada, durante el pesado sueño.
Se dirigió a la pared de la izquierda donde la bajo mesada de puertitas de madera, tiene intercaladas la heladera, cocina, freezer y micro onda. Puso agua en la pava, encendió el fuego y se preparó un café, al mismo tiempo que ponía dos rebanadas de pan en la tostadora. Cuando todo estuvo preparado, los llevó a la mesa de madera maciza, rodeada de sillas y taburetes y se sentó en uno de ellos. Abrazó la taza de café con las dos manos y fijó su mirada en el patio, al que da la ancha ventana de la pared de enfrente donde continúa la bajo mesada; pero su pesadumbre le impedía disfrutar de todo su verdor y flores multicolores. Ni siquiera percibía el aroma que despedían las lilas en el pequeño florero de cristal que dormía sobre la carpeta tejida de la mesa.
En su mente repiquetean constantemente las duras palabras del editor al rechazarle su novela por absurda, incomprensible y delirante y todos los comentarios despectivos con que rechazó cada uno de sus argumentos con que intentó defenderla. Volvió a su casa con tanta furia que metió las hojas, bloque por bloque, en la picadora eléctrica y las tiró a la basura. Le remuerde haber sido tan intespestivo, ¡qué ni siquiera se le ocurriese hacer una consulta con otra persona! Ahora, su trabajo de dos años yace detrás de una de esas puertitas de madera, destruido para siempre.
CUENTO - 27-04-15
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