miércoles, 23 de abril de 2014

LA CAVA

   Introdujo la gruesa llave de hierro en la cerradura y tuvo que forzarla un poco para hacerla girar. Lentamente abrió la pesada puerta de roble que lo saludó con el chirrido de sus goznes.
   Encendió la linterna, se tomó del pasa manos y bajó los siete escalones que le respondieron con sordos crujidos que se perdieron en la oscuridad. 
   El piso áspero y húmedo le frenó el primer paso en el pasillo y el olor fermentado le abrió las aletas de la nariz. El aroma seco de los distintos grados de mostos mezclados con el de las maderas rústicas lo embriagó y dejó que lo penetrara, abandonándose al placer de volver en el tiempo a recuerdos queridos, lejanos, olvidados.
   Respiró profundo y comenzó a avanzar lentamente. Una telaraña filosa se le prendió en el rostro y se la quitó de un manotazo, al tiempo que con el codo torcía una botella que le apuntaba con su insulso corcho derecho al pecho. La alineó a las demás: el leve polvillo hacía su obra.
   Llegó a la cadenita, tiró de ella y la bombilla se despertó perezosamente, derramando su difusa luz amarillenta blancuzca grisácea. El silencio seguía velando el sueño de la cava.
   Buscó en el rincón el cajón de duro incienso y lo acercó a los estantes de la derecha. Probó primero con un pie. Seguía firme aún. Subió el otro pie y comenzó la minuciosa observación. Ahí esta el demisec extra brut con la fecha del año de su nacimiento. Sacó dos botellas y las interpuso entre las luces de la linterna y la lamparita. Si. Eran ellas.
   Hoy era el día de descorcharlas, gustarlas, compartirlas.

CUENTO :  9-04-14
CARACTERÍSTICAS:  imágenes sensoriales - personificaciones 

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