domingo, 7 de junio de 2015

¿HUMANOS?
   Generalmente, cuando el pasto está húmedo, o con mucho polvo, como en estos días de sequía, suelo caminar por la vereda de la pileta, en mi caminata diaria en el club.
   Esta mañana, en la primera vuelta, encontré una paloma muerta. Yacía con sus patitas para arriba, en el medio de la vereda.
   ¡Qué raro! no hubo viento ni tormenta, reflexionaba, cada vez que pasaba a su lado.
   Cuando apareció Peque, la perrita del club que adopté, me detuve para darle de comer y hacerle mimos. Al retomar mis pasos, descubrí que la paloma había cambiado de posición: me detuve a mirarla ¡ era imposible ! pero, sin embargo, estaba en otro lugar y un poco de costado. Seguí caminando, unas vueltas más y de pronto una escena de detuvo: una paloma había descendido a su lado, la movía con sus patitas, le hablaba con su típico arrullo y batía las alas, invitándola a incorporarse y levantar  vuelo.
   Pensé en las madres que desechan  a sus hijos, en las personas abandonadas por sus familiares en los geriátricos, en esta tercera guerra mundial por partes, como la llama Francisco, en el hombre explotando al hombre.
   Al fin la paloma cejó en su empeño y levantó vuelo y yo recomencé mi caminata. Pero sólo alcancé a dar unos pasos: la paloma regresó (la reconocí por su pecho tornasolado que brillaba al sol), acompañada de un grupo de siete u ocho palomas más, que repetían la misma ceremonia: caminaban a su alrededor, la movían, arrullaban, batían sus alas.
   Llamé a unos chicos que intentaban encender el fuego en el parrillero para que miren la escena: observaron absortos, en un silencio casi religioso, ese ejemplo que las palomas, sin manos ni raciocinio, nos estaban dando a los humanos.

CUENTO - 23-08-14  

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