lunes, 22 de agosto de 2011

DIÁLOGO CONMIGO MISMO


Me miro y no me reconozco. ¿Ese que está en el espejo soy yo? Me siento extraño con el cabello lacio y recién peinado. Me gusta más verme semicalvo y con algunos pelos de lana colorada, muy erizados, sobre las orejas.
Además, mirándome así, de perfil, a esta nariz recta le falta un botón colorado en la punta para ser graciosa.
¡Y los ojos! ¡Qué cansados están! Además, su color avellana ha perdido brillo. Quizás se deba a que me he quitado la máscara blanca y ahora se notan las ojeras.
¡Y qué decir de la boca! A ver hombre, sonríe. Un poco más... Es inútil, nunca la sonrisa será tan fácil y tan fresca si no me pinto unos labios rojos y grandotes en forma de corazón.
¿Y este traje? ¿Voy a animarme a salir a la calle así, sobriamente gris? Casi que me pondría nuevamente el saco a cuadros, los pantalones rayados y los enormes zapatones blancos que tanto hacen reír a los niños.
¡Ah...! ¡Los niños! Es eso. Soy tan feliz con sus risas, sus gritos de júbilo, su concentrada atención en todos mis exagerados gestos que ahora, así vestido, formalmente vestido, no me encuentro a gusto porque me falta su alegría.
Pero hoy es 9 de julio. Fiesta patria. Y no puedo ir al desfile festivo de payaso. ¿O si?

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