Tenía que ser él.
Él, o ningún otro.
¿Cómo conseguir
su mirada?
¿Existía algún método
para que esos ojos negros
la registrasen?
Ya lo había probado todo:
pasaditas enfrente,
caída de párpados,
pañuelito en el suelo,
esquelas aromáticas,
mensajes a través de terceros,
invitaciones a sus galas,
su morenita espiándolo.
Si. Lo había intentado todo.
En vano.
No lo pensó más
y se bajó del coche.
Con sigilo entró en la choza.
La hechicera la esperaba
rodeada de potes
con diversas infusiones
y en un vaho de niebla y perfumes.
Le extendió la bolsita con los reales
y pronunció su nombre.
Por primera vez en voz alta.
El conjuro se ponía en marcha.
POEMA. 3-07-13
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