domingo, 16 de febrero de 2014

PARADOJA

   Había llovido hacía unos días y la tierra aún conservaba cierta humedad. Al menos por la mañana, cuando el sol todavía no apretaba.
   Caminaba sin sentido determinado, cuando le llamó la atención que en un ramillete de hongos, uno de ellos, el más grande todos, tenía el techo rojo y unos lunares amarillos que ocupaban grandes espacios.
   Se inclinó a observar esa extrañeza y su sorpresa fue en aumento al descubrir que en su base tenía una puertita verde oscuro que se abrió intespectivamente y comenzaron a salir aquellos hombrecitos de ropajes llamativos: ajustadas calzas grises, enormes zapatones, camisolas de colores violentos, sus cabezas enfundadas en gorros tejidos, orejeras, con viceras o puntiagudos. Todos llevaban algún elemento de labranza al hombro y cantaban (una manera de decir) una canción en un idioma que no alcanzó a identificar.
   Conteniendo la respiración y moviéndose levemente, dio unos pasos detrás de ellos, evitando cuidadosamente de no pisarlos.
   Ellos en ningún momento percibieron su presencia (o si la advirtieron  LA  ignoraron) y pronto se perdieron dentro del almácigo de acelga.

CUENTO - 5-06-13

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